He leído esta novela «Limpia»en solo tres días. La forma en que la Alia Trabucco narra atrapa desde el inicio, generando interés genuino por descubrir cómo murió la niña (no es spoiler, así empieza la historia). Como lectores, siempre anhelamos conocer el desenlace y Alia lo logra excepcionalmente. El monólogo de Estela nos sumerge en su historia, permitiéndonos conocer sus emociones y pensamientos sobre su trabajo como empleada doméstica. Me gusta cómo se le da voz a alguien cuyo trabajo es menospreciado por muchos. Es una historia conmovedora que invita a reflexionar sobre los privilegios que algunos tenemos en la sociedad.
Para empezar, Estela nos mantiene entretenidos con historias dentro de la misma historia hasta llegar al final. Siempre nos hace creer que conoceremos la causa de la muerte, pero nos enteramos de cosas importantes para entender hacia dónde nos lleva.
«Que entiendan cómo llegué aquí, qué hechos me trajeron a este encierro. Y que se asomen, poco a poco, a la causa de muerte de la niña».
Además, conocer la perspectiva y sentimientos de las empleadas domésticas. Creo que, en un mundo tan superficial, es fácil olvidar que estas personas que hacen trabajos de cuidadores o que ayudan con los quehaceres del hogar son seres humanos que sienten y piensan igual que cualquiera. Tendemos a normalizar o ignorar lo difícil que pueden ser para muchos, y están ahí porque no tienen más opciones.
“La mierda es mierda sin importar de dónde venga, decía mi mamá mientras limpiaba la bosta de los cerdos o el pozo ciego del campo, y supongo que en eso sí tenía razón.”
Algunos menosprecian a quienes hacen estos trabajos, pero olvidan cuán importante es que presten estos servicios que nos facilitan la vida a muchos. Yo pienso que son trabajos importantes.
Aunque muchas familias tratan bien a quienes les ayudan en casa, ser empleada doméstica sigue siendo un trabajo duro. No es fácil limpiar la mugre de otros. Además, deben convivir con todos en el hogar, donde cada uno tiene su personalidad y particularidades. Los «patrones» creen que pueden tener un mal día, pero la empleada no. Por ende, siempre debe comportarse de cierta manera y estar disponible con una sonrisa mientras trabaja. Pero olvidamos que son seres humanos que se cansan, tienen malos días y problemas como cualquiera.
Estela García nos cuenta su historia. Una mujer que vivía en el sur de Chile con su mamá y un día decidió irse a Santiago buscando mejores oportunidades laborales. Quería ganar más dinero para mejorar las condiciones de su casa. Su idea inicial era ir solo un año, ganar lo necesario para reparaciones y ampliaciones. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando su mamá enfermó. Estela tuvo que quedarse más tiempo trabajando para costear gastos médicos y pagarle a una prima para cuidarla.
Aunque la familia para la que Estela trabajaba la trataba bien, ella aludía a ciertas actitudes o comentarios en que se sentía discriminada. Desde mi perspectiva, no siempre lo veo así. Percibo que a veces solo el hecho de pertenecer a un rango social, económico y cultural más bajo que otra persona puede volverte un poco a la defensiva. E interpretar todo como un «ataque» cuando no lo es realmente. La línea puede ser bastante delgada en estos casos. Y no se sabe en qué momento se cruza o se puede malinterpretar. Pero es cierto que desafortunadamente, hay personas que cuando tienen algún tipo de poder, ya sea económico o una mejor posición social, tienden a maltratar u humillar a quienes consideran inferiores.
Se siente una distancia entre los patrones y Estela, una jerarquía. Sin embargo, pienso que ella misma marca mucho esa distancia. Es como si a pesar de vivir juntos todos los días, no existe ningún tipo de conexión o empatía entre ellos.
“¿Acaso a ustedes les han preguntado si les tienen cariño a sus patrones? ¿Si quieren a su jefe, al supervisor, al gerente de personal? Yo les limpiaba la casa, desempolvaba sus muebles, les aseguraba un plato caliente por las noches. Eso y el cariño no tienen nada que ver.”
Alia Trabucco lo demuestra ya que durante el monólogo Estela siempre habla en tercera persona y se refiere a ellos así también. Lo mismo vemos cuando menciona cómo los patrones se dirigen a ella. Vemos en el libro cómo Estela se repite «soy una empleada decente, discreta e instruida». Es como si esas fueran las características que buscó tener todo el tiempo que trabajó con ellos. Y no se permitió ser alguien más.
Creo que esto depende del ambiente laboral, sin importar el trabajo. Hay lugares y personas que generan una atmósfera con una conexión más humana. Por mi parte, mi experiencia con las empleadas domésticas de mi casa siempre ha sido informal y con varias he creado un lazo de cariño. Son personas que conviven con nosotros mucho tiempo y se crean lazos afectivos. Lo mismo me ha pasado con compañeros y jefes; con algunos logras tener lazos de compañerismo, siempre respetando y siendo profesionales. Por esto, pienso que Estela prefirió que su relación con la familia fuera netamente laboral. Y seguramente sus patrones también querían las cosas así.
Una cosa que me llamó la atención es la maternidad forzada para Estela. Ella no sabía nada de bebés, pero debió cuidar a la niña desde que nació. A pesar de cuidarla por años, da la impresión de que Estela nunca la sintió suya. No se percibe un cariño por la convivencia que suele surgir. No sé si es porque Estela no quiso sufrir y creó un muro donde no se permitió sentir nada por la niña ni los patrones. Tal vez prefirió guardar distancia para evitar desilusiones con el tiempo.
Vemos un contraste entre el vínculo de Estela con su madre, y de la patrona con la niña. Estela tiene lindos recuerdos y siente conexión con su madre, una relación real. La patrona en cambio está enfocada en su trabajo, y aunque quiere a su hija, no se percibe esa conexión o maternidad deseada. Me da la impresión de que tiene una hija solo para cumplir expectativas sociales de la «mujer perfecta» con vida perfecta.
Algo interesante, y que no había notado hasta que alguien lo mencionó, es cómo los cuartos de las empleadas domésticas siempre son pequeños, feos y lo más simple de la casa. Además, están ubicados cerca de la cocina y lavadero. Cuando Estela describe su cuarto donde vivió 7 años y nunca sintió propio, vemos eso: «Una cama de una plaza, un pequeño velador, una lamparita, una cómoda, un viejo televisor. Dentro de la cómoda, seis delantales: lunes, martes…»
Es una discriminación total, porque se piensa que no tienen derecho ni a lo mínimo, y muchos cuartos ni ventana tienen. ¿Será posible cambiar esta mentalidad? ¿Algún día seremos capaces de ver a todos como seres humanos, sin importar su condición?
En conclusión, es una novela muy agradable de leer, me gusta cómo está escrita y estructurada. Además, invita a reflexionar a quienes estamos en una posición más privilegiada. Cuéntenme qué les pareció en los comentarios.
Les dejo este link de una entrevista a la autora por si quieren verla Alia Trabucco y su premiada novela «Limpia».